martes, 24 de mayo de 2011

La Época de lo Absurdo

Vivimos en la época de lo absurdo, somos presas de la necesidad y de la rutina  maldita que nos provoca ser blanco de los caprichos de un sistema nefasto competitivo e impersonal. La idealización de que el capital y el éxito son el único futuro ostentoso, lo único por el cual uno debe plantearse objetivos.
No hay tiempo para el goce espiritual de la vida, donde queda el tiempo, valioso y preciado, en donde nosotros somos entes participativos y activos de nosotros mismos, donde cada uno pueda acceder a pensar libremente sin prejuicios de ningún tipo, ni de privaciones éticas o morales; tiempo es lo que no aprovechamos, es una herramienta que no es quitada y menospreciada, sabiendo la importancia que tiene, como lo manifiesta y dice el gran Víctor Jara en una de sus canciones “la vida es eterna en cinco minutos”  

Otro punto en el cual el tiempo se ve involucrado como ente importante en nuestras vidas y que se nos ve ultrajado, es en la vida sexual; donde se nos priva de disfrutar de eso que nosotros mismos poseemos; placer no es igual a pecado, si no aprovechamiento de lo que nosotros poseemos en una infinita riqueza física, espiritual y material, que complementada con otro ser, es una gratificación sin precedente alguno.

Vivimos en una especie de letargo del cual aún no despertamos, donde las privaciones por asuntos éticos o morales nos envuelven en cadenas mentales en las cuales el miedo es el factor predominante en ello, conduciéndonos a realizar o no realizar distintos actos que nos menoscaban y nos apartan de lo que se le denomina como “correcto”
¿Quiénes son los que nos privan de esto, del tiempo, de nuestra propia utilización del tiempo?

Es una pregunta que me hago constantemente, porque tenemos que ser presa de un sistema en el cual somos víctimas de un círculo vicioso que se alimenta y retro alimenta de nosotros mismos, como romper con las cadenas antes nombradas, es una pregunta abierta y que hace un llamado a pensar o reflexionar sobre cómo se lleva a cabo nuestra vida, de que entendemos como felicidad, satisfacción o alegría y de una lucha constante para revalidar nuestras formas de expresión tan válidas y hermosas que cada uno de nosotros tiene y que no son explotadas, si no expropiadas y desechadas.